domingo, 6 de septiembre de 2015

Propuestas para renovar las políticas educativas para el desarrollo de la biblioteca escolar

Las bibliotecas escolares pensadas como red de bibliotecas se encuentran en este momento en un camino de extinción. Sólo tienen garantías de futuro aquellas bibliotecas que las direcciones y los claustros determinen su utilidad. Estas existen, son muestra de su potencial educativo y su relevancia social. Son bibliotecas que merecen apoyo y sostén por parte de la administración. Pero las bibliotecas escolares que no estan siendo activadas desde dentro de la escuela no es de estrañar que terminen por desaparer.

Es evidente que en muchos centros los espacios están obsoletos, no responden a las necesidades actuales ni a la estética de nuestros tiempos. Estamos hablando de unos entornos que necesitan físicamente renovarse. Hay centros (públicos y privados) que han decidido cerrar la biblioteca y reutilizar esos espacios.  Esto está pasando. Es lógico que no quieran invertir en algo que no se está utilizando. Porque la realidad es que no tenemos asegurado el uso pedagógico regular de la biblioteca, especialmente en secundaria.

Es por ello que el futuro a nivel de politicas educativas pasa por actuar localmente, y reforzar los proyectos propios de biblioteca que tienen los centros con ayudas concretas (económicas, formación en el centro ...) desde los Servicios Educativos o Centros de Profesorado, incluyendo una política especifica para la biblioteca escolar por parte de las Consejerías de Educación.  No generalizar una red de bibliotecas escolares, incidir en redes locales, buscar la adaptabilidad a los nuevos tiempos y encontrar estrategias nuevas que puedan dar respuesta a las carencias del propio sistema educativo. 

Hay que velar con acciones concretas desde la administración  para que las bibliotecas escolares que estan funcionado puedan desarrollarse y  puedan ser semillero de otros proyectos de biblioteca en centros cercanos, en una misma zona territorial. Podemos crear redes locales,  agrupando en zonas de cooperación bibliotecaria los nodos existentes y vinculando el apoyo de la biblioteca pública.
Podemos considerar  para comunicar a la adminsitación  tres aspectos básicos: 

Primer aspecto: Habria que repensar las políticas. Falta un impulso más decidido para las bibliotecas escolares por parte de la administración educativa que es quien tiene la responsabilidad de su implementación. Hay quien piensa que no hay política al respecto. En este momento estamos viviendo del recuerdo de las políticas puestas en marcha con programas específicos que en su momento supusieron un avance importante. Ahora la acción es de mínimos y sin orientación, porque son propuestas que no aportan futuro para la biblioteca escolar.

Seguimos pensando en la biblioteca como un centro de recursos sin darnos cuenta que este concepto, por sí solo, ha caducado. La biblioteca escolar como la venimos definiendo es prescindible y más en los centros de secundaria. Así pues, lo que parece más sensato, es aunar esfuerzos y sin dilación incidir en visualizar el diferencial que representa tener o no tener biblioteca. Sería interesante que la administración renovase las políticas, centrando el discurso en las funciones y acciones que la biblioteca escolar aporta en el centro educativo, en su desarrollo como agente educativo. La administración ha de proporcionar ayudas al respecto, pero no pueden ser generalizables, han de responder a un compromiso del centro, a un proyecto especifico de uso pedagogico y una vía es apelar a la responsabilidad que conlleva la utonomia de centro.

Segundo aspecto: Habría que establecer un marco normativo para regular en los centros la existencia de un equipo específico para el desarrollo de la biblioteca escolar y la figura de un coordinador que fuera el responsable. Una posibilidad para establecer un marco sostenible, sería dar más potestad a las direcciones de los centros. Si las direcciones reconocen como adecuado, para la implementación de su proyecto educativo, el modelo de biblioteca escolar establecido, deberían tener la potestad legal de fomentar la creación de un equipo de biblioteca y el nombramiento de un coordinador que actuara como responsable. En los centros de secundaria sería una medida muy útil para poner la biblioteca a un nivel pedagógico de categoría de departamento didáctico.

Tercer aspecto: Habría que establecer políticas más directas para el desarrollo de planes de fomento de la lectura en los municipios. Son imprescindibles si queremos impulsar la colaboración entre la biblioteca escolar y la biblioteca pública. Representan un proyecto común y un ámbito de trabajo fructífero. Por un lado nos encontramos que el sector bibliotecario presta mucha disponibilidad para trabajar con las comunidades educativas, y por otro los centros, dentro su Plan de Lectura se ven con la necesidad de trabajar en red con el entorno para este cometido. Las condiciones estan, faltan las políticas que lo faciliten.